Las últimas semanas han sido trepidantes en descubrimientos relacionados con la presencia de la moneda en Canarias en la Edad Media. Para otro momento queda el espectacular hallazgo realizado por las arqueólogas María del Cristo González Marrero y Esther Chávez Álvarez, probablemente el más relevante en la Europa de los últimos años por lo que a la moneda medieval se refiere.

La publicación por parte de Santiago Medina Gil de su libro Canarias. Monedas y resellos. Siglos XIV-XVIII es sin duda un hito relevante. Hasta el momento, las referencias a la moneda en Canarias eran las interesantes aportaciones de Lorenzo Arrocha sobre la contramarca de la Bamba en forma de león dentro de una orla, establecida sobre la moneda circulante en el archipiélago. Curiosamente, en la literatura numismática era mejor conocido el numerario acuñado, transformado y circulante en el Caribe del siglo XVI gracias a las aportaciones de Fray Cipriano de Utrera en su obra La moneda provincial de la Isla Española, publicado en 1951.

La obra de Santiago Medina pone las cosas en su sitio y sitúa con personalidad la Numismática canaria en un espacio propio, dando sentido a las emisiones ultramarinas de la corona castellana desde el siglo XVI y explicando la circulación monetaria en las islas desde el siglo XIV, en ambos casos con rigor y con soporte en fuentes arqueológicas y documentales.

Utrera había publicado la documentación sobre las emisiones realizadas en la península para Santo Domingo y las acuñadas en la isla para el uso de los habitantes en un espacio alejado de las pautas peninsulares en lo que al uso de la moneda se refiere. También sabíamos del empleo de contramarcas para la circulación con un valor determinado en algunos momentos en las islas Española y Santiago entre 1576 y 1613. Además, eran conocidas las primeras acuñaciones en cobre en México y las otras muchas acuñadas en plata en México o en Lima desde los años centrales del siglo XVI.

Santiago Medina pone sobre el tapete no pocas novedades. La más importante, el descubrimiento de la documentación de una documentación datada en 1513 que refiere el acuerdo de la emisión de moneda en Sevilla para su circulación en Canarias, así como la atribución de una serie acorde con la descripción dada en la disposición. La imagen superior, facilitada por Santiago Medina, reproduce dos ejemplares de este tipo de maravedí y un real. La nueva clasificación es razonable: las monedas que atribuye, normalmente consideradas como fracciones falsas de real de los Reyes Católicos, son cobrizas y carecen de ensayador.

No es menos importante la clasificación y descripción de las contramarcas aplicadas sobre la moneda circulante entre los siglos XVI y XVII, principalmente realizada en Santo Domingo a nombre de Carlos I, que bautiza descriptivamente con las referencias «tipo Palma», «tipo Tenerife», «tipo Lanzarote» y «tipo Hierro», además del ya conocido como «tipo bamba».

Ambos elementos dan coherencia al uso de la moneda en las Canarias en un período extenso de tiempo.

Por lo que a la moneda medieval se refiere, el autor describe la presencia de moneda castellana y portuguesa anterior a 1500 en distintos contextos arqueológicos peninsulares. Entre ellos, la existencia de contramarcas inicialmente peninsulares sobre blancas de 1471, al menos con los tipos C.3.09 C.4-05.

La obra de Santiago Medina es una importante puesta de largo de la moneda en Canarias y de la moneda canaria. Una lectura recomendable por su rigor, una obra necesaria.