Una de las mejores escenas de acuñación de la Edad Media se encuentra tallada en piedra en la iglesia de Santiago de Carrión de los Condes. La portada es magnífica y se caracteriza por contar con un friso superior en la que se representan al pantocrátor con el tetramorfos en el centro y los apóstoles a ambos lados. La entrada tiene dos columnas talladas culmínadas en capiteles que sirven de base a un arco de una sola arquivolta con unas tallas muy bien ejecutadas.

La tercera figura del friso representa a Judas, con una bolsa (aquí de gran tamaño) para guardar los treinta denarios. Los capiteles representan imágenes de pecadores que son atrapados por el demonio. Frecuentemente en las representaciones de la época, estos pecadores pueden serlo por lujuria o avaricia, aunque aquí no se distingue.

Lo que aquí interesa es el arco, varias de cuyas figuras representan a monederos desarrollando su trabajo.

Los monederos representados suelen tener barba y visten manto, portando además varios de ellos un gorro. La escena, con una peor técnica, se reproduce en la iglesia de Arenillas de San Pelayo. Se trata de los siguientes:

1 Empleando un fuelle, el fundidor da calor a un recipiente en el que parecen estarse fundiendo monedas. En este momento, la principal fuente de obtención de plata para acuñar consiste en la transformación de vieja por nueva moneda. Cada paisano debe entregar en los periodos establecidos por el rey, inicialmente cada siete años, sus monedas corrientes o extranjeras y recibe a cambio una porción inferior de moneda, restando la cantidad restante como tributo para el monarca, del que se deduce paga a los monederos por su trabajo.

2 Una vez fundida la aleación, el aplanador forma láminas que se aplanan con un martillo.

3 Empleando una cizalla, el recortador forma los cospeles de las monedas.

4 El redondeador elimina las irregularidades de los cospeles recortados obteniendo su forma redonda previa sujeción con unas tenazas, dando golpes en los cantos con una maza.

5 Las monedas de este período son de vellón con una proporción de una cuarta u octava parte de plata. El tono blanquecino final se adquiere tras usar el recocedor o blanqueador una capa de ácido superficial que retira de la superficie el cobre y los metales asociados a este metal.

6 Es el paso definitivo de aplicar el acuñador dos cuños sobre cada cospel, empleando un martillo. Esta escena es la más frecuentemente repetida para representar la acuñación de moneda en la Europa occidental y que encontramos también en la catedral vieja de Salamanca.

7 Maestro o escribano. Sean los monederos o los s¡delegados del rey, deben controlar tanto la producción como la ausencia de fraude. Los monederos de este período controlan su producción usando unas marcas que consisten en puntos, crecientes, estrellas, números romanos y otras letras. El rey entrega a los monederos el metal para acuñar (normalmente moneda que pierde vigencia legal) y cuños que encarga a otros artesanos.

Los monederos eran personajes adinerados, que no pagaban impuestos en las localidades en las que residen y tienen su propia jurisdicción, dependiente exclusivamente del rey, a quien debe sus privilegios. Conocemos los nombres de algunos monederos residentes en Toledo y Salamanca. que se desplazan a demanda a los lugares en los que se ha decidido fabricar moneda. En León, Salamanca y Santiago, a partir de 1180 la producción tiende a estabilizarse en algún establecimiento en calles que reciben el nombre moneda. En 1206 han constituido una cofradía de los monederos de los cuatro reinos cristianos peninsulares, a semejanza de las francesas, adscrita a la iglesia leonesa de San Claudio.

Para saber más:

Julio Torres, «Monederos de piedra. Escenas de acuñación en el románico palentino», en L. Travaini, A. Bolis, Conii e scene di coniazione, 2007

Antonio Roma Valdés, Erea Castro Alfonso, Pablo Rueda Rodríguez-Vila y Raúl Sánchez Rincón, Las monedas leonesas y castellanas del siglo XII, Madrid, 2019