El monasterio de San Lorenzo de Carboeiro, situado en el término municipal de Silleda en Pontevedra, no lejos de Santiago, cuenta con un pequeño cementerio entre cuyas tumbas había una especial, en la que el anónimo fallecido fue enterrado por los monjes de una manera precipitada y con sus efectos personales, dando a entender que era un visitante o un transeúnte que dio allí con el fin de sus días. Los honrados monjes le dieron sepultura con todos sus efectos personales, incluyendo una bolsa de cuero que el fallecido parecía mostrar a sus futuros descubridores, conteniendo un florín de oro de Pedro IV de Aragón en unión de un conjunto de blancas y cornados de Enrique III y unas pocas blancas de Juan II, que nos sitúan la fecha de enterramiento en torno a 1410.

Por supuesto, en tiempos de pandemia como los que vivimos cuando esta entrada se publica, no es descartable que la honradez de los enterradores se debiera al temor a una enfermedad como la peste.