La moneda sirve para realizar pagos y también para ahorrar. Dependiendo del uso, los hombres de la Edad Media guardaban las monedas en una u otra clase de recipiente.

Las bolsas de tejido son un medio idóneo para transportar moneda. Los avaros se representaban en los capiteles románicos portando una bolsa colgando de su cuello. Y se han descrito restos de tejidos en las descripciones realizadas por los arqueólogos de los tesorillos de Ambojo (Cantabria, antes del 1120) y Melgar de Fernamental (Burgos, hacia 1379). Además, el contexto permite deducir el uso de tejidos en los tesorillos de Riaño (León, hacia 1400) y en la tumba de un peregrino aparecido en el monasterio de Carboeiro (Pontevedra). Ver mapa de los tesorillos conocidos. En la imagen que se reproduce a continuación, se muestran restos de un tejido de lino adheridos a un cornado de Sancho IV (MOMECA 43.1A08).

Cornado de Sancho IV aparecido en Álava con restos de una bolsa de lino. Fotografía: Quirós Castillo

Una segunda clase de recipiente la encontramos en las vasijas cerámicas, útiles para acumular moneda, pero incómodos para transportarla. Se han descrito vasijas o cántaros en los tesorillos de Coreses (Zamora, antes de 1256), Isar (Burgos, antes de 1256), Penaturmil (Asturias, hacia 1312, más adelante fotografiado), Valdunquillo (Valladolid, hacia 1354), Quintanilla de la Colina (Burgos, hacia 1350) o Palacio de la Galiana (Córdoba, hacia 1390). También se mencionan ollas o cazuelas en Otaza (Álava, antes de 1256), Ordejón de Abajo (Burgos, 1379) y Córdoba (hacia 1461), una hucha en Arévalo (Ávila, antes de 1256) e incluso un recipiente de gran tamaño para guardar casi 4.000 dineros en Castrojeriz (Burgos, cerca de 1276).

Además de los datos arqueológicos el Cantar del Mío Cid refiere un arca de madera para guardar grandes cantidades, dato que encontraremos en relación con los grandes tesoros de los reyes castellanos de la Edad Media. De hecho, durante el siglo XVI comenzarán a importarse cajas de caudales con varios cerrojos y llamativos engranajes para permitir su apertura. La siguiente imagen corresponde a una caja alemana fabricada en torno a 1525 y la fotografía es del Museo de las Ferias de Medina del Campo.

Un nuevo elemento es cómo se organizan las monedas dentro de estos conjuntos. A lo largo de la Edad Media puede describirse una costumbre de apilar las monedas. Conocemos pequeñas masas apiladas de cuatro dineros de Alfonso VII entre 1126 y 1135, reproducida pocas líneas más adelante (MOMECA 9.1), seis dineros pepiones, la imagen reproducida arriba (MOMECA 30), varios cornados de Sancho IV (MOMECA 43.1), todos ellos en colecciones privadas, así como siete dineros de Enrique III (MOMECA 69.1C) en el tesorillo de Riaño antes mencionado.

Por otra parte, algunos tesorillos, como el de Riaño se organizan separando la moneda en función de su clase.

Los hallazgos dispersos también aportan datos interesantes. Algunas excavaciones sistemáticas como las desarrolladas en el Castillo de A Rocha Vella en Santiago o en la iglesia de San Esteban de Oiartzun dan cuenta de monedas dispersas que pueden comprender otra forma de guardar el dinero. En el caso compostelano, se han descrito dineros dispersos acuñados entre 1263 y 1379 en un área de vertedero o letrina. De esta manera, estos hallazgos son compatibles con la pérdida de calderilla guardada en bolsillos o pliegues de la ropa con ocasión de acciones como arrodillarse o agacharse.

Para saber más:

Raúl Sánchez Rincón, Antonio Roma Valdés, «La otra cara de la moneda.Uso y reutilización de la moneda en la Edad Media del Noroeste Peninsular», Nvmisma 257,  2013, pp. 113-142, y Numisma 258, 2014, pp. 143-172